Nuestra mirada baja y nuestro corazón late más rápido, no
son los nervios es la desesperación de un corazón roto que cree no encontrará
nada que lo vuelva a pegar. Llega el pegamento y no sirve, ni para ser
temporal, llega la colafría y se desliza junto con la sangre las cuales se van
a pasear por alguna arteria, venas o por
ahí, llega la silicona pero lo único que hace es pegarse en cada pedazo y no
juntar ni uno, llega un cuerda pero más se enreda que junta, llega la
corchetera pero solo causa más dolor y así comienzan a llegar muchos para intentar
juntarlo, en eso llega un nuevo amor y parece que el caprichoso no hubiese
sufrido nunca ninguna herida.
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